Manuel Godoy
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Requiem de Gabriel Fauré

Este pasado 26 de Octubre con motivo del intercambio cultural que Montserrat realiza con la ciudad de Dourdan (Francia), tuve la inesperada oportunidad de dirigir una de las obras más bonitas y expectaculares del compositor Gabriel Fauré.


    Decir inesperada no es una exageración,  pues con tan sólo una semana de antelación a la llegada de la expedición francesa, se me comunica por parte de la organización la necesidad de que sea yo el Director. Una agradable noticia, pero claro, se suponía que yo solo debía preparar los vientos y ahora debía montar en tan solo tres ensayos un conjunto formado por cerca de 130 músicos entre coro, orquesta y solistas.


    Arropado por la Directiva de la SIUM y un grupo de voluntariosos músicos de Montserrat, entre los que destacaré a Miguel Chirona por su labor altruista y comprometida, me puse manos a la obra en tan precoz proyecto. Durante los primeros ensayos con la Orquesta de Dourdan, descubrí enseguida la buena labor desarrollada por su responsable musical, el Sr. Angelo Schito así como los profesores de los chicos y chicas que formaban la orquesta. Disciplina, seriedad y compromiso, son solo algunos de los términos que me atrevo a enunciar al referirme a esta joven orquesta. Por tanto una buena noticia que si además le añadimos a nuestros músicos de viento y cuerda de Montserrat, conformaban una plantilla más que digna para este concierto. Un total de 52 músicos, siendo 23 franceses y 29 de la SIUM de Montserrat.


       No podemos olvidar la fabulosa labor que ha realizado el Coro de Montserrat con la colaboración de la coral Silvela de Xirivella, dirigidas magistralmente por sus directoras Marta Mármol e Iara Pereira. Trabajar con músicos amateurs es confortante, pero en ocasiones te obliga respetar unos límites que pocas veces se pueden revasar, a no ser, como en este caso, que la ilusión y las ganas de superación obren lo imposible. Desde aquí, mi homenaje y felicitación a todos y todas los integrantes del Coro de Montserrat y a su Directora Marta Mármol.
        


      Para los solistas del réquiem la soprano Alexia Vazquez de Prada y el barítono Valentin Petrovici, dar mi enhorabuena por un trabajo profesional y brillante. Por último dar las gracias a la labor callada y fundamental de Inma Pla, quien me ha ayudado de principio a fin con este concierto. A bientôt!!

La música como herramienta de integración social


 En esta entrada de mi blog, quisiera compartir un resúmen de la conferencia que hice el pasado 23 de Octubre en el Ayuntamiento de Montserrat. 
 
E
l tema de esta conferencia es la Música como instrumento de inserción social o más bien sobre la influencia y poder que la música puede llegar a tener para integrar a las personas en un mismo entorno social. Dicho así, consideraré el término inserción como sinónimo de.






   Lo primero sería explicar en un sentido global a qué nos referimos con inserción social. Podríamos definirlo, como el proceso mediante el cual un individuo adquiere consciencia de pertenencia a un grupo. Un individuo integrado por tanto, es aquel que se encuentra unido y  en relación con los demás. También de modo general, podríamos considerar la inserción social, a un proceso mediante el cual este individuo, acepta unas normas consensuadas por el grupo de manera democrática.  En este sentido del término, me atrevería a definir tres tipos de integración: una primera sería la racional, con la que el individuo tiene plena consciencia de pertenencia al grupo, con unas consecuencias derivadas en cuanto a responsabilidades y obligaciones con él mismo y con los demás. La segunda, la inserción emocional, en la que el individuo además, se identifica con los valores y características que definen al grupo y por tanto es capaz de crear lazos de empatía entre sus miembros y por último, una inserción social, en la que el individuo se siente como un “igual” con la misma consideración y tratamiento que el resto de integrantes.  Desde mi punto de vista, para que la inserción social sea plena, deben aparecer los tres tipos.
 
     Las herramientas que nos permiten llegar a esta plena inserción, están definidas por múltiples estudios e itinerarios experimentales y en ocasiones responden a complejos programas sociales propuestos por el Estado, aunque en ocasiones también por organismos sociales no gubernamentales.

     En el caso que nos ocupa, cuando esta inserción social viene ayudada  por la acción directa de la Música, el proceso se vuelve algo más complejo.  Y es que, es  evidente la capacidad que tiene la música para influir en el ser humano, a todos los niveles, tanto psicológico, intelectual, emocional…y que la experiencia y sobre todo la historia, nos ha demostrado que la Música contribuye a desarrollar aspectos extra-musicales, como el sentido de colectividad, el sentido de pertenencia, la disciplina, la responsabilidad con uno mismo y con los demás, eleva la autoestima…y un largo etcétera.  “Hacer música”, implica una necesaria comunicación entre las personas, lo que provoca irremediablemente un desarrollo de la amistad y un entendimiento mutuo convirtiéndose así en un buen medio de transformación social.

      En las últimas décadas hemos sido testigos de la aparición de novedosos proyectos de educación artística y musical en los que la preocupación se centra en los problemas que rodean a los niños y jóvenes. Tanto en el ámbito de la educación académica como de la no formal, las artes, y principalmente la música, aparece como fundamental para la integración social, y por qué no decirlo, en construcción de la ciudadanía. 

    En palabras del maestro Jose Antonio Abreu, mentor del “Sistema de orquestas juveniles de Venezuela”, “La música es el instrumento irremplazable para unir a las personas”.      

      Este llamado “SISTEMA” es un verdadero ejemplo vivo de inserción social mediante la música. Consiste básicamente en un programa social del Estado venezolano para combatir las desigualdades sociales y educativas a través de la música. De esta manera, reune a niños y jóvenes con riesgo de exclusión social por diversas razones, desde niños con dificultades de aprendizaje y necesidades educativas especiales, como pueden ser ciegos, sordos o autistas, pero también niños de zonas deprimidas en las que hay muchas posibilidades de fracaso escolar y faltay de alternativas culturales. También se crean orquestas penitenciarias, con lo que se favorece la inserción. Los resultados de este sistema, son sorprendentes, no sólo por dotar a cada ciudad de una Orquesta y elevando el nivel cultural de, en este caso, Venezuela, con figuras prominentes en el panorama musical como el caso del famoso Director de Orquesta Gustavo Dudamel (Los Angeles, Gotemburgo y Simon Bolivar), también y lo más importante, ha servido para mejorar la calidad de vida de una población desfavorecida mejorando la convivencia e inserción social. Es un modelo que se está copiando en otros países, como por ejemplo en Colombia con su proyecto “Batuta”, Perú, Chile o Inglaterra, con su programa “In Harmony”, cuyo desarrollo ya está dando unos resultados similares. Algunos de estos proyectos han tenido una amplia difusión mediática aunque aún se encuentran en pleno proceso de desarrollo.




       Evidentemente, todos estos proyectos tienen un trasfondo político, cuyo objetivo final es la creación de orquestas. Afortunadamente no todos los proyectos tienen esta finalidad. Hay otros, de menores dimensiones y de menor trascendencia mediática que surgen de iniciativas particulares, como organizaciones no gubernamentales que trabajan tanto desde las  escuelas de música como en asociaciones vecinales y por supuesto las Sociedades Musicales.
       En España, la consideración de la Música a niveles tanto educativos como socio-culturales, ciertamente no atraviesa sus mejores momentos. A nivel académico, hemos atravesado en las últimas décadas diferentes reformas educativas donde las artes y en concreto la música, han tenido y tienen desde mi punto de vista una presencia testimonial, que pienso a título personal, es insuficiente. La educación musical de los futuros ciudadanos y por ende del futuro público, que son quienes en definitiva deben llenar las salas de concierto y demandar música a través de diversos espacios, constituye una cuestión casi tan importante como la creación de orquestas y escuelas de música. Sería un total contrasentido llenar un país de salas de conciertos, teatros y palacios de ópera, para que sólo asistan un 1 por cien de la población.
       La situación actual, en la que vemos Orquestas al borde de la desaparición, músicos, directores y compositores en una situación laboral complicada…, hablar de función social e inserción social de la música, es algo que puede resultar paradógico, pero a la vez necesario debatir si queremos dar solución y sobre todo, si queremos dar significado a la labor de entidades que se están esforzando en esta dirección.       
       Ahora, personalmente, durante el período que llevo enseñando música como profesor, tanto en la Enseñanza secundaria obligatoria, como en las diferentes escuelas de música en las que he sido Director, sí que es cierto que he podido valorar en primera persona  el poder que tiene la música como catalizador en el equilibrio de la diversidad social, y que al contrario de lo que piensan algunos, no sólo obedece al terreno lúdico-festivo. Por ejemplo, en los últimos años y dentro de la Enseñanza Obligatoria ESO, tuve el privilegio de colaborar en el denominado programa INTEGRA. Este, era un ambicioso programa educativo, propuesto desde la Consellería de educación valenciana, cuyo principal objetivo era recuperar alumnos/as en riesgo de exclusión social por cuestiones de absentismo, provocadas en su mayoría por la falta de seguimiento familiar y pertenecientes normalmente a colectivos desfavorecidos tanto social como económicamente.
       Procedentes mayoritariamente de la etnia gitana, aunque no todos, estos alumnos y alumnas presentaban desde el principio una actitud de rechazo hacia todo lo que significa algo impuesto y obligado. Acostumbrados a no regirse por casi ningún tipo de norma social ni educativa, excepto por las suyas propias, resultó difícil encontrar argumentos para “engancharlos”. De este modo, se nos ocurrió partir de aquellos aspectos por los cuales sentían algo de interés y afortunadamente, la música fue una de ellas. 
        De manera increíble y de modo radical, estos alumnos cambiaron su actitud cuando nos propusimos fabricar en colaboración con al aula de tecnología unos cajones flamencos. No sólo había que fabricarlos, había que diseñarlos, dibujarlos, calcular los materiales necesarios y elaborar un plan de trabajo por escrito. De esta manera obteníamos nuestros objetivos académicos al desarrollar las capacidades de lectura, compresión escrita y cálculo matemático y a la vez, los alumnos se sentían motivados por el resultado de un producto creado por y para ellos. 
      Una vez fabricados, el siguiente paso, fue más difícil. Asimilar la importancia de los ensayos en la interpretación grupal, costó un tiempo, pero de manera sorprendente cuando se ponían a tocar y cantar comenzaban a escucharse unos a otros, sin interrumpirse y aceptando normas sociales no impuestas, como el respeto al turno sus compañeros, la igualdad de oportunidades, la tolerancia ante las dificultades de los demás, la paciencia, el concepto de liderazgo no impuesto, el orden, el autocontrol y sobre todo, algo que nos llamó poderosamente la atención, la gestión de sus emociones, algo que habría resultado imposible pensar en estos alumnos, quienes carecían de unos valores no adquiridos en sus propias casas y que hacía casi imposible la convivencia con los demás. Desde luego, un verdadero modelo de integración social, a través de la música. 
       Pero también les hablaba antes de importancia de las asociaciones no gubernamentales, con la misma o más capacidad de inserción social. Aquí en Valencia, las Sociedades Musicales son un verdadero ejemplo demostrado de mecanismo de inserción social a través de la música. Principalmente en las tres provincias de la Comunidad valenciana, pero últimamente también en otras comunidades como la gallega o la Comunidad de Madrid. 
       Las Sociedades Musicales constituyen una plataforma educativa y cultural sin precedente en el panorama mundial, pues se basan, casi sin desearlo,  en el principio fundamental de la inserción social, la aceptación de todos sus miembros sin distinción de sexo, raza, religión, edad, casta o clase social…La aceptación de todos sus miembros sin ningún tipo de característica previa ni requisito, hace a las Sociedades Musicales diferentes, incluso comparándolas con las Enseñanzas Musicales regladas, quienes sí realizan pruebas de acceso.
     Llegados a este punto, lanzo la siguiente pregunta desde el punto de vista de las relaciones humanas, ¿Qué entendemos realmente por una agrupación musical?...Evidentemente se trata de un grupo humano, cuya finalidad es interpretar música ya sea mediante el canto o la interpretación instrumental, pero si nos fijamos bien, también es como una sociedad en pequeñito -de hecho así se llaman, Sociedades Musicales- donde cada uno tiene una misión particular, detallada en un papel codificado y secreto, la partitura.  El resultado final, el concierto, es el  producto de semanas o meses de trabajo en grupo, y aquí es donde radica la magia de todo el proceso, en el trabajo en grupo. Un resultado común basado en la diversidad. 
        Además y dentro de esta Sociedad, hay otro equipo integrado de personas, un grupo de personas que no son músicos. Son los que su sentimiento de pertenencia al grupo les viene dado por cuestiones organizativas y/o administrativas, y sin las cuales no tendría  futuro la existencia del grupo. En ellos radica la labor menos reconocida y más ingrata, pues éstos no reciben nunca el aplauso ni reconocimiento del público. De nuevo, aquí la integración social responde al altruismo y voluntariado como único requisito y pone en valor las cualidades de empatía y el “saber delegar” de sus miembros. 
        Volviendo de nuevo de la agrupación musical en concreto, aquí las únicas clases que hay, por llamarlo así, son las secciones de viento-madera, el viento-metal, la cuerda y la percusión. Cada una con la misma importancia. Para poder pertenecer a cada sección, no es necesaria más que una condición, la responsabilidad y respeto hacia los demás con el cumplimiento de tu trabajo. Un trabajo que consiste en,  asumir tu responsabilidad asistiendo a suficientes ensayos como para hacer digna tu interpretación y como consecuencia la de tu sección. Si trabajas lo suficiente y demuestras aplicación y espíritu de superación, además, te puedes llegar a convertir en portavoz de tu grupo o sección, aquí llamado en el argot de la música, “el o la solista”.
        Y es que no hay mejor ejemplo y modelo de inserción social a través de la música que a través de una agrupación musical, Banda, Orquesta, Coro, Rondalla…. Yo particularmente definiría la agrupación musical como el espacio de convivencia con mayúsculas, donde toda la diversidad que la forma, es enriquecedora por sí misma. Esto, quiere decir que cuanto más diferentes seamos dentro del grupo, y cuanto mayores sean las particularidades que nos definan de manera individual, más posibilidades tenemos de  aprender cosas unos de otros.
       Los músicos hacemos esto de manera inconsciente, estamos acostumbrados a hacerlo todos los días de manera automática. Somos capaces de esperar pacientemente el tiempo que sea necesario durante un ensayo a que un compañero aprenda un pasaje musical de la obra, porque sabemos que su buena acción musical condiciona la nuestra y que quizás mañana seremos nosotros los que necesitemos que nuestros compañeros aguarden pacientemente a que aprendamos nuestra parte. Sabemos que vencer poco a poco las dificultades que se nos presentan a través de los ensayos, no sólo eleva nuestra auto-estima, también la del conjunto, y lo más importante para mí, constituye un verdadero ejemplo y lección de superación. 
       Y es que las personas que integramos la agrupación musical somos diferentes, cada uno venimos de un contexto familiar y una realidad social diferente. Tenemos maestros, operarios, todo tipo de licenciados, músicos profesionales, niños, jubilados, estudiantes, amas de casa…cada uno con una educación y escala de valores diferente,  con diferencias tanto culturales como laborales, pero con un objetivo común que es la música.
     
       La labor social que desarrollan las Sociedades Musicales es tan compleja y profunda, que sería necesaria la participación en esta conferencia de un sociólogo, un psicólogo, un pedagogo, y todos aquellos profesionales dedicados al estudio de las relaciones humanas y aún así nunca terminaríamos de explicar la riqueza y complejidad que es capaz de desarrollar. Es necesario insistir ante las autoridades y responsables culturales competentes, sobre la importancia de cuidar y potenciar Las Sociedades Musicales, pues como he intentado transmitir durante esta ponencia, no sólo deben considerarse en su vertiente lúdico-festiva. Su labor como herramienta de inclusión social a través del espacio de convivencia que es capaz de generar, debe ser considerada fundamental para la cultura y educación de nuestros hijos.
      Para acabar, quisiera hacer mención al acontecimiento que vamos a asistir durante estos días. Aunque no se trata de una actividad de inclusión social por sí misma, si que se podría considerar de integración de dos sistemas educativos y culturales diferentes, en la que la Música desarrolla de nuevo su misión catalizadora y enriquecedora de las relaciones humanas. 
     Espero que este sábado podamos disfrutar de la magia que es capaz de provocar la música como instrumento de inserción, pero también de convivencia y hermandad entre los pueblos de Dourdan y Montserrat. 
     Muchas gracias por su atención.
 

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